Después de años enseñando a residentes de dermatología en universidades americanas, he llegado a una conclusión fundamental: los protocolos estándar son solo el punto de partida, no el destino.
Cada paciente que entra a mi consulta trae consigo una historia única. No solo hablo de historia clínica, sino de historia de vida: sus rutinas, sus expectativas, sus miedos, sus experiencias previas con tratamientos dermatológicos.
Durante mi formación en Estados Unidos, aprendí la importancia de la medicina basada en evidencia. Sin embargo, la práctica clínica me ha enseñado que la evidencia debe adaptarse al individuo, no al contrario.
Mi enfoque se centra en tres pilares fundamentales:
Primero, la evaluación holística. Antes de prescribir cualquier tratamiento, dedico tiempo considerable a entender no solo la condición cutánea, sino el contexto completo del paciente.
Segundo, la educación como herramienta terapéutica. Un paciente educado es un paciente que obtiene mejores resultados. Dedico tiempo significativo en cada consulta explicando no solo qué hacer, sino por qué hacerlo.
Tercero, el seguimiento personalizado. Cada plan de tratamiento incluye puntos de control específicos donde evaluamos progreso y ajustamos la estrategia según sea necesario.
Detrás de la Práctica
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Mi Filosofía de Tratamiento: Más Allá de los Protocolos Estándar
En mis años formando dermatólogos en Estados Unidos, he desarrollado un enfoque único que combina evidencia científica con individualización extrema del cuidado.
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