La vitamina C es, sin duda, uno de los ingredientes más investigados en dermatología cosmética. Sin embargo, también es uno de los más malentendidos por el público general.
Como ácido ascórbico, la vitamina C funciona como un potente antioxidante que neutraliza los radicales libres generados por la exposición UV y la contaminación ambiental. Pero sus beneficios van mucho más allá de la protección antioxidante.
En mi práctica clínica, he observado que la vitamina C es especialmente efectiva para:
- Estimular la síntesis de colágeno
- Inhibir la tirosinasa, reduciendo la hiperpigmentación
- Mejorar la luminosidad y uniformidad del tono
- Fortalecer la barrera cutánea
La clave está en elegir la formulación correcta. El ácido L-ascórbico, aunque es la forma más potente, también es la más inestable. Para pacientes con piel sensible, prefiero derivados más estables como el magnesium ascorbyl phosphate o el ascorbyl glucoside.
La concentración óptima varía según el tipo de piel y la tolerancia individual. Generalmente, comienzo con concentraciones del 10-15% y ajusto según la respuesta del paciente.

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